
Enamorados
Se ven, se arriman,
puede que se rocen…
Cuando se miran, es más intenso.
Se acarician con la mirada desde lejos.
Quizás ahora en la promiscuidad de la noche,
quizá y sólo quizás, puede que hablen.
Mucho sería un susurro perdido
en la oscura esquina de un bar.
Puede que fuese más de lo que se puedan permitir.
Ese susurro oscuro no necesita siquiera llevar palabras.
Sólo hay una cosa que se puedan decir:
Hola…
Cuando salieron del bar, ni mucho menos se iban a decir adiós…
¡Je, je, je!, me da risa recordar cómo se reían sólo de pensar
que se estaban intentado despedir.
Es obvio que alguien que se acaba de decir hola, no se va a decir
adiós, así en seco, en una noche lluviosa y después de haber tomado
una copa.
Él supo el camino que llevaba a casa de ella,
con tan sólo olisquear
el rastro del perfume que ella había dejado por la calle.
Ella sabía que la seguía con esa timidez, por cierto, poco propia de él, de la que había estado haciendo gala toda la noche.
Bueno, digo que la seguía,
pero la verdad es que la acompañaba a tan solo un milímetro de su nuca.
Intento imaginarme qué sentía ella.
Por la forma de andar, se veía cómoda y segura.
Por la cara, era muy fácil saberlo: estaba contenta,
tanto que se había olvidado abrir el paraguas… con la que estaba cayendo…
Él haciendo uso de una tenue voz comenzó a cantar:
I’m singing in the rain…
Ella ya no pudo más.
Se paró, se giró y lo miró a la cara,
para soltarle una carcajada.
Pero no pudo ni tan siquiera comenzar a sonreír
cuando el chico poniéndose un dedo en la comisura de los labios
comenzó a señalar sus labios.
Quedándose quieto, cerró los ojos, y al momento ella apartó
su dedo de los labios, para besarlo…
Del choto para la chota
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